La industria discográfica y el obsoleto sistema de derechos de autor no para de demostrar su incapacidad para adaptarse a los tiempos que vivimos, y la más que evidente necesidad de una reforma radical.
Hace poco, los amantes del jazz nos encontrábamos con una de esas noticias deprimentes y absurdas que dejan patente la estupidez humana: una enorme colección de grabaciones de jazz de los años ‘30 en posesión del National Jazz Museum, la Savory Collection, queda enterrada en medio de un proceso legal que impide ponerlas a disposición del público, ante la imposibilidad de localizar a los herederos de los derechos de autor y de identificar los contratos que, en aquella época, no recogían la posibilidad de la grabación y distribución de copias.
Otro ejemplo: la Electronic Frontier Foundation (EFF) da cuenta de una deliciosa iniciativa de Musopen para recaudar en torno a once mil dólares necesarios para contratar a una buena orquesta y producir grabaciones libres de derechos de obras de Beethoven, Brahms, Sibelius y Tchaikovsky, cuyos derechos de autor expiraron obviamente hace tiempo, pero no así los de las grabaciones que circulan actualmente. Que existan innumerables grabaciones disponibles de elevada calidad pero sea preciso volver a grabarlas para que una música compuesta hace tantos años sea finalmente libre es una prueba más de hasta qué punto el sistema de derechos de autor actúa como un permanente grillete sobre la creación cultural.
Pero claro, qué se puede esperar de una industria que no duda en afirmar, siguiendo sus cifras, que un sitio como The Pirate Bay ha generado daños económicos por valor de cuarenta y seis veces el dinero que existe sobre la faz de la tierra… cuando oigas cifras provenientes de la industria, ya sabes lo que tienes que pensar.
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