domingo, 10 de mayo de 2009

¿Quién paga los derechos de autor?

Esta es la pregunta que ronda alrededor de los autores representados por las Entidades de Gestión de Derechos. Porque alguien tiene que pagar los platos rotos de las descargas que hacen que el público no acuda al cine, ni compre música.

El sistema de cobro y la identificación de los que deben pagar, estaba bastante clara antes de la aparición de Internet. Tanto la SGAE, como VEGAP o EGEDA, cuentan con sus tarifas que dependende, principalmente, del tipo de local o lugar en el que se emite la obra.

En los conciertos el 10% de la taquilla, de cada disco vendido 1,80 €, una cuota para cadenas de televisión y radio,...sin embargo, con la aparición de un lugar tan amplio como es Internet, estas sociedades pierden el hilo de la tecnología y no son capaces de acertar a justificar quién paga por los derechos en la red.

Hace no demasiado, en un artículo del gran Diego Manrique en El País, se hacía referencia a un libro, editado solo en EEUU, y titulado "Los 10 errores de la industria discográfica". En dicho artículo se señalaba que el principal y primer error de la industria fue no llegar a un acuerdo con Napster para la distribución de beneficios, ya que en sus inicios el portal de descargas había realizado una encuesta entre sus usuarios, que demostraba que estarían dispuestos a pagar una cantidad X por el servicio. Sin embargo, y según cuenta el libro, la industria quería llevarse el pastel casi entero (querían recibir un 85% del importe), por lo que Napster no entró en el juego.

Ahora las tornas, no van por ese lado, ni la industria ni las páginas o "concentradores" que facilitan los links para la descarga de archivos que no están alojados en sus servidores, se han sentado a realizar un acuerdo. Ahora, los que se benefician de las 'descargas ilegales' son los proveedores de acceso a internet, ya que ellos son los que nos facilitan la velocidad y capacidad para poder ver cine online y descargar películas, música, etc. Tras varias semanas de reuniones la Coalición de Creadores y Autores y Redtel -que representa las más importantes empresas de acceso a Internet- han conseguido llegar a una acuerdo.

El interés de los autores siempre ha sido el de darse a conocer, ya que en la medida de la fama va la cuenta corriente, sin embargo, parece que en el mundo de Internet, la fama no va siempre de la mano del dinero y eso no interesa.

Por contra partida, jamás se había vivido un momento tan dulce a nivel musical, cultural y artístico en España, con la aparición de grandes iconos en diferentes disciplinas artísticas, que vienen a demostrar como la fluidez en la que la cultura es comunicada, afecta directamente sobre la generación de más creatividad y por tanto de más cultura.

Diferentes estudios han demostrado que ha aumentado el número de festivales y de conciertos (aumento que se ha visto frenado por la crisis económica mundial, no por la crisis económica de los derechos de autor), así como el hecho de que en la mayoría de los casos, la gente que más descarga de Internet, suele ser la que más gasta en cultura (entradas de conciertos, dvd's, discos, teatro, cine, asistencia a museos,...)

El mundo del cine, sin embargo, es otra historia. Ya de por sí, el cine español casi nunca ha sido profeta en su tierra, salvo excepciones y normalmente, demostradas con el paso del tiempo. No es de extrañar que si el amante del cine, ya de primeras, no elige una película española para ver en la gran pantalla, a la hora de descargarla tampoco mostrará el más mínimo interés, o bien, al poder descargarla verá la película y la recomendará a sus conocidos y amigos. El cine americano, es el gran perjudicado en la batalla de las descargas, pero desde luego, los proveedores de Internet no tienen nada que ver en este asunto.

La conexión a Internet, te permite comunicarte, conocer noticias casi en el momento en el que se producen, acceso a puntos remotos del planeta,...Esa capacidad para la transferencia y recepción de datos no es una invitación a la descarga, es una invitación a la investigación. La ventana mágica que es Internet, se activa con tus deseos y te llevará por los caminos a los que quieras ir. La industria cultural debería ser la encargada de facilitar esos caminos y no de frenarlos. Generar un portal en Internet es sencillo, pero que los usuarios accedan a él está supeditado a varias cosas, entre las que destacan la calidad de los contenidos y la gratuidad. Estas son las premisas que debe marcarse la Industria para empezar a desarrollar modelos de negocio, aplicando la teoría empresarial capitalista, los estudios de mercado y el marketing.

Cualquier amante del cine al que le digas que puede acceder a una plataforma a ver películas de máxima calidad y totalmente gratis, a la hora que quiera y con las características de audio y subtítulos que desee, frente a ver la misma película grabada por un screener con el sonido de retumba, sin lugar a dudas se decidirá por la plataforma de calidad. Además, se lo comentará a sus amigos y todo el tráfico de la red y de las descargas p2p pasaría a una plataforma en la que puedes ver todas las películas que quieras. Si ese tráfico se trata de forma inteligente, se convierte en publicidad y por tanto en beneficios para todos: Indutria y autores.

En El Mundo, en una entrevista a David Trueba se dice: 'Según estimaciones del sector, en 2008 se descargaron de forma ilegal 350 millones de películas, y Trueba tiene muy claro que, con este negocio, "se están lucrando las empresas de telecomunicaciones, que ganan mucho dinero con esas descargas gratuitas".' Esto quiere decir, que se podrían haber visto 350 millones de anuncios o 700 millones de anuncios o 1050 millones de anuncios, pero no está bien pensar que son las empresas de conexión las que se están lucrando de las descargas gratuitas, porque no es verdad, ya que no es preciso pagar más por descargar más otra cosa es quieran incluir un 'canon de conexión' para compensar, pero retomando los principios empresariales, primero se estudia el mercado y luego se actúa, no se intenta que el mercado reaccione por que sí a nuestras pretensiones.

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